Agar y Alec Parte 6 (Final)

¡Dragón! ¡Dragón! ¡Es un maldito dragón! Coreaban con voces teñidas de desprecio y repulsión. Una lluvia de piedras comenzó a caer sobre el cuerpo desnudo y vulnerable de Alec, de sus heridas emanó una espesa sangre escarlata que corrió por toda su piel hasta terminar en el suelo. Las súplicas del joven no hicieron más que redoblar la fuerza del ataque. Su amargo llanto no consiguió despertar compasión en ningún corazón. No hubo nadie que intercediera por él, nadie que intentase ayudarlo. Una vez hubo finalizado aquella tormenta de piedras, comenzó el azote de los látigos. Un golpe tras otro fue descargado sin piedad alguna en su expuesta espalda, arrancando carne y salpicando sangre.

¡Dragón! ¡Dragón! ¡Intentó engañarnos para comerse a nuestros niños! ¡Quería engañarnos para apoderarse de nuestras hijas! Los gritos de la multitud ahogaban los quejidos de su víctima, quien temblaba de forma incontrolable en el piso.

Agar observaba el suplicio de Alec con lágrimas en los ojos. Él también temblaba. ¡¿Pero qué es lo que hice?! ¡¿Qué es lo que he hecho?! Se preguntaba aterrorizado, totalmente horrorizado de sí mismo. Y sin embargo no dio un paso al frente. No abandonó su escondite, no salió en auxilio de su hermano pequeño. Sabía que lo matarían también a él si lo intentaba, y la cobardía lo paralizó por completo. Entonces fue testigo de cómo Alec, lentamente, se transformaba nuevamente en un dragón. La joven criatura hizo ademan de iniciar el vuelo, pero sus movimientos eran débiles y los humanos fueron más rápidos. Sin perder el tiempo, pasaron las sogas sobre de él y entre varios lo sujetaron. Tiraron de las cuerdas hasta que Alec estuvo boca abajo contra el suelo y después las amarraron firmemente a varios postes, dejándole prácticamente inmóvil.

Encontrándose así, fuertemente amarrado y completamente a la merced de las personas que lo rodeaban, Alec se dio por vencido. Observaba la furia en los rostros de aquellos que antes lo habían amado y se preguntaba qué era lo que había cambiado. Él era el mismo Alec que ellos habían conocido, el mismo Alec del cual la joven de los cabellos de fuego se había enamorado. ¿Pero dónde estaba ella ahora? ¿Dónde estaba su amor? ¿Cuál había sido su crimen? ¿Por qué merecía semejante castigo? Y mientras su mente intentaba entenderlo, su cuerpo continuaba siendo destruido. Lo torturaron durante horas y horas. Lo apalearon y apuñalaron hasta llevarlo a la muerte, e incluso entonces no se detuvieron. Hubo quienes se llevaron sus escamas. Hubo quieres se apoderaron de sus garras. Otros tomaron los puntiagudos y hermosos cuernos. Y el más suertudo de todos ellos fue capaz de hacerse con el rojo corazón de la criatura, pues, como todos saben, el corazón de un dragón bien podía venderse por varios miles de monedas de oro.

Durante todo ese tiempo, Agar no fue capaz de apartar la mirada. No dejó de observar la funesta escena ni por un instante. No era aquello lo que había deseado. Nunca había deseado la muerte de su hermano, nunca había deseado para él un daño como el que le habían causado. Tan sólo había pretendido que lo expulsaran del pueblo, para que entonces ambos volvieran a la isla. Para que entonces ambos volvieran a casa y todo pudiese ser como lo era antes. Pero en lugar de ello lo habían torturado. Los humanos lo habían asesinado. Y era su culpa. Todo era su culpa. Sus manos estaban manchadas con la sangre escarlata de Alec.

Corrió lo más lejos del pueblo que pudo, corrió y se internó cada vez más en el frío bosque, en un intento de huir de sus pecados. Allí deambuló sin rumbo alguno durante varios días, con la pena, el dolor, la culpa y el horror carcomiéndole lentamente el alma. En todo ese tiempo jamás cesó de llorar.

Finalmente, llegó el día en el cual se encontró frente a frente con una larga y mortífera serpiente, enredada en la rama de un árbol. Se miraron a los ojos durante algunos instantes, ambos completamente inmóviles. En ese momento todo el bosque pareció sumirse en un silencio absoluto. Todo pareció detenerse; el soplar del viento, el vuelo de las aves… incluso el pasar del tiempo. Entonces Agar se acercó lentamente al animal. Se arremangó la camisa y, con férrea determinación, le ofreció su antebrazo desnudo a la criatura.

9 comentarios en “Agar y Alec Parte 6 (Final)

  1. Qué final tan terrible. Muy bien hecho, pero muy triste, y real. Puede más la cobardía que el amor, y en el momento final, esos que dicen que estarán contigo no lo están. Porque a ellos no les importa quién eres, sino lo que creen que eres. Por eso abandonaron a Alec, por eso lo torturaron, y por eso la peliroja se fue también. Triste relato de la condición humana, Rosa. No me extraña que haya ganado un concurso, es muy bueno. Espero el próximo, aunque no sin miedo de que termines matando cruelmente a tus personajes (otra vez).

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    1. jajajaja creo que ya me estás conociendo, Daniel. Yo definitivamente hubiera matado a Harry xD Qué te puedo decir, no les doy tregua a los pobres. Ya veremos si en el siguiente cuento de viernes de fantasía se salva alguno jajaja Gracias por leerlo y comentar, lo aprecio mucho 🙂

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